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El pasado 19 de julio se celebró la primera edición del Maldaltura, Festival de Música Independent de Llessui, y fue una experiencia extraordinaria. Llessui es un pequeño pueblo de alta montaña situado a más de 1.400 metros de altitud, en la comarca del Pallars-Sobirà (Lleida). Reconozco que no tengo distancia emocional, puesto que el festival lo organiza la asociación discófila l’Eix del Mal – formada por Raúl Hinojosa y Rubén Jiménez, conocida en Barcelona por sus sesiones de escucha colectiva de discos – a los que me siento muy cercano por simple y pura amistad. No obstante, y pese a la sobreexcitación que produjo en amigos y familiares la celebración del Maldaltura, sí creo disponer de distancia crítica para hablar de la intensidad y la solvencia del cartel que l’Eix del Mal llevó a las verdes montañas pirenaicas.

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De entrada, la apertura del festival con Dofí Malalt siempre me pareció un acierto; un solo músico (de Lleida, además), un sonido raro, enajenado, particular. Entiendo que no fue la música más amable para ganarse la complicidad de una parte de la audiencia – la local – que llegaba al prado más por simpatía y curiosidad que por interés en las bandas, pero su concierto marcó el tono y la actitud de la primera edición del Maldaltura. Una carta de presentación arriesgada pero poderosa, anómala pero seductora. Con su guitarra, su armónica y siempre cantando a un nivel próximo al grito, el Dofí abrió con su folk turbio para transmitir un mensaje claro: «este festival va muy en serio, y el esfuerzo de subir hasta aquí os va a merecer la pena». En definitiva, un músico fuera de lo común que inauguró el Maldaltura a base de canciones voluntariamente destartaladas y frenéticas que en la calma recuerdan a Neil Young y en la furia a Neutral Milk Hotel.

A continuación, Neleonard ofrecieron, para mi, el concierto más emocionante del festival. Pop puro, de manual, a dos voces (a lo Belle & Sebastian, o la Buena Vida), con melodías perfectas y canciones de esas que te atrapan y luego no puedes quitarte de la cabeza (Agosto, Capital…). Un momento precioso bajo el sol de tarde, que dejó a la mayor parte del público ansioso/a por escuchar ya el disco que preparan con Elefant Records. Y de hecho, no me extraña que Elefant se haya fijado en ellos, puesto que su música – al menos para los que nos acercamos a los cuarenta y hemos estado de los 20 a los 30 escuchando pop en camiseta de rayas – recupera el pop brillante de los noventa que siempre caracterizó al sello (aunque no todo sea brillante en Neleonard; sus canciones también tienen oscuridad).

Una vez superado el inicio del festival, The Saurs incorporó al cartel el tipo de sonido que l’Eix del Mal buscaba para la parte central – y final – del Maldaltura: rock acelerado e influenciado tanto por el punk como por el «garage»; rock eufórico en formato trío que después seguiría con Les sueques y válius (ellos haciendo el mismo ruido pero en dúo) para culminar, triunfal, con Macho. En este sentido, y pese a no ser yo un gran fan de las nuevas tendencias del rock (después del pop me fui al folk, y ahí me quedé), The Saurs lo dieron todo en el escenario-refugio del Maldaltura (por cierto, precioso: tarima, estructura de madera, plástico negro a modo de techumbre y cuernos de ciervo). Y lo mismo Les sueques, que además contaban con un público muy entregado. Pero justo en ese momento, quizás el más festivo, también llegó la tormenta. Lluvia y viento dispersaron al personal, que se protegió en la carpa del técnico o en el mismo escenario, o incluso – una lástima – hubo algunos que decidieron irse a sus casas. Por suerte, la lluvia no duró mucho, y con un ambiente más frío (de temperatura, no de actitud) Les sueques pudieron continuar con su repertorio.

Y entonces llegó el momento de los vàlius, y como es habitual en ellos, nos brindaron una actuación fantástica. Los valius son uno de esos grupos que ya en la primera canción te sitúan en los bises; te acerelan, te excitan, te golpean, te pasan de vueltas… con un sonido punk dotado de un componente telúrico (de pertenencia a un lugar específico) que, gratamente, también te aproxima a cierta tradición de música popular catalana; desde clásicos como Raimon – gran versión «Diguem no» – a rarezas como Albert Pla. Una pena que volviera la tormenta justo cuando se preparaban para cerrar el bolo con «Espinàs», ayudados además por Raúl y Ruben (L’Eix del Mal) que fueron invitados a recitar, a toda velocidad, todos los municipios donde los vàlius han tocado.

Tras una larga espera, y gracias a que la lluvia por fin amainó, los Macho pudieron cerrar el cartel. Un gran cierre, un cierre soberbio. Supongo que, como en cualquier otro ámbito, llevar quince o veinte años encima de un escenario se nota. De este modo, los veteranos del Maldaltura obsequiaron al público – numeroso pese al tiempo – con una dosis de rock & roll frenético, garagero, sucio (en el buen sentido) y absolutamente sobrado de energía y fuerza. Lo dicho, el cierre del cartel fue simplemente un éxtasis colectivo para todos los que estábamos allí.

Y como fin de fiesta, los Pin&Pon Dj’s pusieron la rúbrica final al Maldaltura 2014. Maravillosa sesión de música pop para nostálgicos, que acabó con la gente bailando – y cayendo – en el prado al ritmo de Battiato, Family, Hidrogenesse, Pulp, The Go Betweens, Joe Crepúsculo o Neleonard (entre los que recuerdo).

Una gran experiencia el Maldaltura. Un gran cartel y un gran lugar. Recuerdo que, a primera hora, cuando los grupos aún probaban sonido, me imaginé que el festival abría con «Green Mountain» de Peggy Honeywell. En ese momento, aún no sabía que el inicio con el Dofí Malalt iba a ser superior a mi fantasía.

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