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Un breve viaje al norte. Un coche viejo, rojo. Una funda metálica con 10 cd’s escogidos para la carretera. A River Ain’t Too Much To Love (2005) de Smog, For Emma, Forever Ago (2007) y Bon Iver, Bon Iver (2011) de Bon Iver, Ease Down the Road (2001) de Bonnie Prince Billy, Farewell Sorrow (2003) de Alasdair Roberts, The Treatment (2009) de Early Day Miners, Shallow Grave (2008) de The Tallest Man on Earth, s/t (2010) de Siskiyou, Songs from the Northern Britain (1997) de Teenage Fanclub y If Yo’re Feeling Sinister (1996) de Belle & Sebastian. Y fuera de la funda, tres más: ¿Qué haces tan lejos de casa? (2013) de Ricardo Vicente, Where Shall You Take Me? (2003) de Damien Jurado y Lacasadinslacasa (2009) de Bedroom.

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Primeros kilómetros de autopista y sol con Ricardo Vicente. Canciones pop y voz arrastrada y amable que resiste la conducción clásica, la de ventanillas bajadas. Henry Darger, Los Monegros y el Pilar, a la izquierda. Un repeat por John Houston. Bienvenidos al Reino de Navarra con The Tallest Man on Earth, el sueco que quiso ser Bob Dylan. Guitarra, banjo, voz nasal e imaginario americano. Sueños de pistola, tumbas de poca profundidad y desiertos de arena. Vemos molinos en el horizonte y cambiamos a Siskiyou. La voz de Coulin Houbert (ex-batería de Great Lake Swimmers) y la guitarra de Erik Arnessen (guitarrista actual de Great Lake Swimmers) se pierden con el ruido y el viento de la conducción clásica. Everything I Have, dos intensos minutos de canción de venganza. «You are my enemy», cantamos a duo. Los viñedos de La Rioja y el cartel de Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada.

Pasamos a Teenage Fanclub, pero la música de los escoceses tampoco se oye bien. Hace calor, y mi brazo izquierdo se quema. Pienso en aquella gasolinera. Hace más de quince años, perdidos en las afueras de Glasgow. Voy sentado en el asiento de atrás del conductor, medio dormido, cuando de repente, veo la gasolinera que cierra el libreto interior de Songs from the Northern Britain. Está algo deteriorada pero es la gasolinera del disco, no hay duda. Exijo al conductor que pare inmediatamente. Me siento entre los surtidores, y pido que me hagan una foto. Mis amigos proponen hacernos una todos, coche incluido; yo les digo que no. No conservo la foto.  

Bocadillo, café y gasolina en un área de servicio. Inicio de la tarde con más pop, pero ahora de una banda que no es pop. Early Day Miners y su extraño disco The Treatment. Sexto disco del grupo donde dan un giro luminoso hacia otro tipo de sonido: un sonido más fresco, más acelerado, más optimista. Los estribillos pegadizos, las voces de Daun Fields y Kate Long, las distorsiones, los mineros… Y mientras, el paisaje muta a verde con la llegada solemne de Bonnie Prince Billy. Ease Down the Road es un álbum repleto de canciones cálidas, donde Oldham ofrece la versión plácida que complementa la penumbra de I see a darkness. Conducimos en silencio, y las vascongadas se adaptan a las canciones. Un caserío en un prado alto, una chimenea, un bosque frondoso, una cantera… Just to see my holly home… y paso a Farewell Sorrow de Alasdair Roberts. Una sensibilidad similar a la de Oldham  en lo que se refiere a la revisión del folk (a mediados de los noventa ambos fundaron, junto a Jason Molina, la banda Appendix Out) pero en este caso desde Escocia. Nair nor nair. Fantástica la canción homónima que abre el disco, y la adaptación que Roberts hace del cancionero popular británico.

El peso emocional de Oldham y Roberts sólo deja una salida: A River Ain’t Too Much To Love de Smog, la cumbre – al menos para mi, para nosotros – de Bill Callahan. Yo soy más de Palimpsest (no necesito mucho más que ese punteo de  guitarra y esa voz casi medieval), y ella es más de Say Valley Maker. Escucho la canción con atención, intento traducir al castellano. No puedo. Pregunto. Discutimos. Parece una gran canción de amor, o de muerte, pero me gusta entenderla de manera literal. Entiérrame en madera, y me astillaré; entiérrame en piedra, y seré un terremoto; entiérrame en agua, y seré un geyser; entiérrame en fuego, y seré el ave Fénix. Puesto que yo he interrumpido la primera escucha, la ponemos varias veces. Más de dos y de tres. Bill Callahan se parece a Pierce Brosnan.

Y llega el momento de Bon Iver. Los dos discos seguidos. Primero For Emma Forever Ago (más puro, más simple) y después Bon Iver (sobreproducido, a lo Pet Sounds de los Beach Boys). Las ventanillas están casi subidas, y la música suena clara y fuerte. re:stacks, un banco delante del mediterráneo, un ipod verde, magníficas las trompetas de Perth, magnífica Holocene (sobretodo cuando Justin Vernon dice «Magnificent») y la expectativa ante el baile de Towers. El cielo está oscuro pero no llueve, y dentro del coche se está muy bien. Debemos estar a unos 36 kilómetros. Y a los 36 kilómetros suena Bedroom

Estamos cerca, pero nos  equivocamos en un último desvío, y cruzamos un bosque de pinos, eucaliptos y helechos. Rodeamos el bosque y bajamos de nuevo al desvío por otra carretera. Nos fijamos en un cartel que marca «playa» pero aún no vemos el mar. Se empieza a divisar una especie de marisma. Anochece rápido, y cambiamos a Where Shall You Take Me de Damien Jurado.  Un disco muy acústico, muy solitario. Jurado canta, rasga su guitarra y tararea en Abilene. Un hombre sin dinero se enamora de una chica joven, un cowboy de Omaha. Giramos una curva y aparece el cantábrico. Un par de curvas y habremos llegado. Finalmente, no hemos escuchado Belle & Sebastian. Aparcamos y entonces pensamos en buscar un bar donde escondernos del frío y de la gente, donde poder liarnos el tabaco con los labios mojados.

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