Sí, el primer texto del 2017 habla de Olivia. Durante sus primeros días de vida ha escuchado Bedroom, Barna Howard, Connie Converse y Advance Base. Ahora tiene poco más de tres semanas y creemos fervientemente que es fan de Advance Base, el proyecto en solitario del músico estadounidense Owen Ashworth.
Tenemos todos los discos de Casiotone for the Painful Alone, su proyecto anterior también en solitario. Durante la década de los 2.000 los escuché muchísimo. Siempre me sedujo su pop lo-fi repleto de tecladitos y cacharros electrónicos. Y también su voz grave y arrastrada, como desganada, un poco a lo Little Wings. Por cierto, Olivia aún no ha escuchado las canciones de Kyle Field; y creo que podrían gustarle. El otro día, en el micra, sonó Magic Wands, pero ella iba muy dormida, así que no cuenta.
En 2011, Ashworth decidió cerrar Casiotone y empezó a publicar sus primeras canciones como Advance Base. De hecho, la referencia nominal a Advance Base ya aparece en uno de los últimos discos de Casiotone: Advance Base & Hello Shark by Casiotone for the Painful Alone (2009). Lo recuerdo especialmente porque entre sus temas aparece una versión de Streets of Philadelphia de Bruce Springsteen. Además de un montón de rarezas y chucherías (no puede gustarte tanto que utilice la palabra “chuchería”), como por ejemplo el cassette Instrumentals # 1 (2011), el EP Tomorrow Home Today (2012), donde toca canciones de The Magnetic Fields o Christmas Mixtape (2006-2015), una recopilación de todas las canciones de Navidad que ha escrito a lo largo de su carrera, Advance Base cuenta con tres discos: A Shut-In’s Prayer (2012), Nephew in the Wild (2015) y In Bloomington (2016), un concierto en directo grabado en dicha ciudad de Indiana. Y si bien la esencia del sonido de Casiotone se mantiene (el arrastre vocal, los teclados, las bases), las canciones de Advance Base me parecen mucho más íntimas, más bonitas. Realmente me parecen canciones para Olivia.
En los últimos días, una de las estrategias intuitivas para calmar a la pequeña Olivia ha sido escuchar, juntos y obsesivamente, los tres discos de Advance Base, y muy especialmente dos de sus canciones: Christmas in Oakland (una baladita, una canción de cuna, aunque a Olivia no hay quien la meta en una cuna, en cuanto su espalda toca la superficie horizontal de su cunita de colecho o del cuco, monta en cólera; ella es de mochilita) y Trisha Please Come Come (un temazo, un super hit). Una escucha emocionante y atenta que, claro, implica un baile. Un baile sinuoso, de leve movimiento de brazos arriba y abajo, de pasos ligeros hacia delante y hacia atrás, hacia la izquierda, hacia la derecha. Pasos de avanzar y pasos de retroceder, todo muy templado y silencioso, tipo ninja indeciso. Olivia, apoyada en mi hombro derecho, mira al techo – sabemos que tan pequeños aún no ven casi nada, pero ella parece ver las vigas de madera, y le encantan) – y poco a poco se va relajando. La voz de Ashworth y la reiteración de sus melodías la tranquilizan. Su cabecita deja de mirar al techo y se apoya más en mi cuerpo, y el suyo, pequeño, cálido, se vuelve más blandito. Sus ojos grandes de Iturralde se van cerrando lentamente. Y cuando crees que lo has conseguido y en breve puedes descansar, ella abre los ojos de nuevo, o hace una terrible mueca de pre-llanto hanekiano. Y entonces tienes que darlo todo, en plan vals vienés hasta que, quizás una hora después, la pequeña Olivia empiece a dormirse. Mi espalda se agarrota – agarrotar, de garrote, verbo de viejuno, lo sé, no te rías – y mis brazos se quedan sin fuerza. Pero no me importa. Necesito un fajín, pero sigo bailando. Bailo en bambas, en zapatillas, descalzo, por la mañana, por la tarde, por la noche… Y entonces apareces tú en el salón, aún dolorida, dormida y cansada de la lactacia experience. Y nos abrazamos los tres. Y empieza de nuevo Christmas in Oakland, la canción de Olivia.