Compré Un soplo en el corazón de Family en 1994. En algún momento de los dos mil, el vinilo desapareció de mi casa. Conservo solo la funda vacía. A veces lo buscaba entre los discos y lo sacaba del estante esperando que no fuera cierto, que estuviera ahí. Al coger la funda notaba el tacto blando y triste de una carátula de disco sin disco. Siempre he pensado cómo pudo haber pasado, cómo perdí tal joya. He generado incluso listas de sospechosos, pero no consigo recordar ni encontrar culpables directos. Imagino que alguien me lo pidió para pincharlo en alguna fiesta, y se quedó en el plato; aunque, si es así, eso habría pasado a finales de los noventa o muy a inicios de los dos mil. O quizás, en alguna mudanza, el tocadiscos se guardó con el disco puesto y finalmente éste no llegó a su destino. Me imagino al que se quedó mi disco de Family. ¿Dónde lo tienes, maldito/a? ¿Dónde lo guardas si no tienes la funda? ¿Acaso lo metes dentro de otro disco? ¿Lo tienes en un sobre de esos de plástico, de los interiores? ¿Le has puesto una pegatina que pone «Family»? Qué poca clase tener un disco así en cualquiera de esas condiciones…
He escuchado millones de veces Un soplo en el corazón. De hecho, tengo uno, disfuncional, de nacimiento. Lo he escuchado mucho en mi vinilo, también en cd, y más recientemente en el spotify. No obstante, tras el hurto, la escucha inicial de La noche inventada siempre me llevaba a pensar en mi vinilo vacío. Como a mucha gente, me fascina el disco entero, pero en mi caso – creo que también como mucha gente – tengo una debilidad especial por Nadadora. El folk me ha ido alejando progresivamente del electro-pop de Family, pero nunca lo suficiente para no retomarlo de un modo intenso, íntimo. Quizás es de los discos más bonitos que he escuchado nunca. O incluso quizás el más bonito, en singular. Me siento un poco como Bernie Lomax en Este muerto está muy vivo 2, que aún sin vida, cuando escucha música se pone a bailar sin control. A mi me pasa algo parecido. No soy Ricardo el bailarín, pero si suena Como un aviador o Al otro lado, no respondo. También me pasa con Battiato. Música eufórica, luminosa. Podría ganar una battle.
Hace unas semanas, Olivia y yo nos apuntamos a un curso de natación, y eso me hizo pensar de nuevo en Nadadora. Empecé a escuchar obsesivamente el disco. Tú no lo tenías controlado. Naciste en los ochenta con hermanos mayores – de mi edad – enganchados a Pink Floyd, Led Zeppelin y otras movidas gordísimas, así que nunca te interesó el pop (más allá de los Beatles). Luego se confirmó tu lado indie. Prueba a correr cuando yo no esté más, por el campo con un caballo zampo…, así que nunca más se supo del rock progresivo o similar. Menos Deep Purple y más Tirana. Menos Beatles y más Renaldo & Clara.
Mientras escuchábamos Family, y yo volvía a explicarte que tenemos la funda sin el disco, y volvía a quejarme de cómo podía ser, tú – ágil con las tecnologías y el mundo digital – ya maquinabas en el móvil un pedido por amazon de Casete, la maqueta en cuatro pistas – remasterizado en vinilo en 2015 – que Family publicó en 1991, dos años antes de la edición de su único y mítico disco con Elefant Records. Nos dimos cuenta que a Olivia también le gustaba, puesto que los sintetizadores y los teclados le recuerdan a su querido Advance Base y su Christmas in Oakland. Total, que ayer llegó a la panadería de Alí Casete en vinilo y la semana pasada Un soplo en el corazón en cd (imprescindible para el micra), dos nuevas joyas que no perderé. Y aunque los discos pertenecen a los noventa, ahora también están unidos al verano de 2017.
En el curso de natación, la monitora nos propone hacer burbujitas delante de nuestros hijos para que se acostumbren al agua y lo vean divertido. A ella le encanta estar en el agua, pero no le gusta verme con gorro de piscina. No entiende donde está mi pelo. Me sumerjo hasta que mis labios tocan el agua y entono el inicio de Nadadora. Bluuuup… blublupblupbluuuup….Olivia la reconoce y se ríe. Tiene el corazón azul.