El primer disco que compré de Grandaddy fue Sumday (2003). Más tarde descubrí The Somphtware Slump (2000) y me quedé maravillado para siempre con su primera canción: “He’s Simple, He’s Dumb, He’s The Pilot”. Luego compré The Broken Down Comforter Collection (1999) y Just Like the Fambly Cat (2006), su álbum de despedida en aquel momento. Con el tiempo, Sumday apareció vacío – sin el cd – en las estanterías, y The Somphtware Slump desapareció misteriosamente de ellas. Quizás fue un amigo al que le robé por varios años el Whatever Mortal (2001) de Papa M. Por suerte, el verano pasado me regalaste la reedición Deluxe de The Somphtware Slump que salió en 2011, con un cd extra con rarezas, demos y grabaciones de cassette. Sonó en el norte, aunque no mucho, porque tanto teclado y sintetizador no se escucha bien en el micra. La voz de Jason Lytle tampoco suena muy bien con las ventanillas bajadas; demasiado dulce, demasiado melosa; demasiado barroco todo. El radio-cd del micra prefiere sonidos más desnudos, más graves. El disco que mejor suena es A River Ain’t Too Much to Love (2005) de Smog. Sí, ahora tienes ganas de escuchar Say Valley Maker – y yo la guitarra juglaresca de Palimpsest – pero este texto es sobre Grandaddy. El segundo disco que mejor suena en el micra es Master and Everyone (2003) de Bonnie Prince Billy.
Recuerdo cuando mirábamos entusiasmados la programación del Bowery Ballroom para saber qué grupos tocaban en agosto de 2010. Descubrimos que una noche tocaba This Will Destroy You. Una vez allí, el tipo de seguridad me pidió el carné. Yo tenía 36 años. Una vez allí, un mejicano borracho aparecía fantasmalmente a nuestro alrededor y nos miraba, riéndose. También vimos que una semana antes tocaba Jason Lytle. ¿Jason Lytle? Me suena mucho, pensé. Pero no caí que era el cantante y líder de Grandaddy. Cada vez que escucho Dept. Of Disapearance (2012), su segundo disco en solitario, pienso que lo podíamos haber visto aquel verano. Sobretodo me pasa cuando escucho Matterhorn. No te culpo, pero…
En definitiva, Grandaddy me parece un grupo magnífico, con esas melodías tan bonitas y esos arreglos electrónicos repletos de capas y capas de belleza extra. Suena cursi, pero el imaginario sonoro de Grandaddy es así. Sí a todo, y cuando lo escucho me da ese impulso integrista de no querer escuchar nada más. Solo Grandaddy. Me gustan sus letras apesadumbradas, incapaces de reaccionar y sobreponerse al drama; me gustan sus melodías perezosas, muy indie de los noventa; me gusta la épica de sus sintetizadores; me gusta la sobreproducción casera de sus discos (parece ser que Lytle graba todo en el granero de su familia).
Toda esta euforia pop tiene que ver con la publicación este año de su último disco, Last Place (2017). Un nuevo disco de Grandaddy cuando ya nadie esperaba o necesitaba un disco de Grandaddy. Quizás por eso la crítica musical lo ha recibido con recelo y dudas – un 6.0 en Pitchfork, venga hombre! – pero la verdad es que yo no paro de escucharlo y me parece fantástico. Sinceramente, yo no necesito que se reinventen, sino que hagan lo que siempre han hecho. Es cierto, son canciones que suenan gratamente a otra época; son canciones que se encuentran fuera de lugar, canciones FDL. Pero yo sí necesitaba otro disco de Grandaddy y Last Place me sirve. No le pido nada más que poder escuchar de nuevo esas canciones tan redondas que piensa, escribe y compone Jason Lytle.
De hecho, el disco tiene temas tan buenos – pienso por ejemplo en The Boat is in the Barn, en I Don’t Wanna Live Here Anymore o en A Lost Machine – que al escucharlos te dan ganas de hacer gestos de esos rabiosos con los puños cerrados, como negando con la cabeza a lo Cheyenne. Además, tiene detalles maravillosos, como el encadenamiento entre This is the part y Jed the 4th, donde las dos canciones se fusionan en una misma secuencia sonora o el cierre acústico lleno de chucherías de computadora de Songbird Son. Mientras escribo me viene a la mente la imagen del cowboy con un Casio enorme bajo el brazo que aparece en la contra de The Somphtware Slump. Nadie lleva un sombrero de cowboy y un Casio. Nadie hace canciones como Jason Lytle. Belleza extrema, como Olivia.